Se acabó el mercado europeo y estalló la
polémica. El Real Madrid del rey del circo, Florentino Pérez, le pagó a una
bandita de recluidos en el norte, norte de Londres (the dodgy end) la
estrafalaria suma de €100 millones para hacerse de los servicios del joven galés
Gareth Bale. Todos reaccionaron. Martino con el típico argumento socialista
berreta: “Es una falta de respeto para el mundo en general”. Lo dice el tipo
que maneja el plantel mejor pago del mundo. Y que cuenta con un delantero por
el que Barcelona pagó hace poco más de un mes casi €60 millones. Ridículo el "Tata". Pero la mayoría cuestionó el pase desde un lugar más sensato: “¿Vale esa plata Bale?” Un análisis medianamente objetivo y razonado de la situación diría que no. Pero no entremos en esa discusión. El punto es que, exceptuando
este tipo de pases a primera vista disparatados, el hecho de que se esté pagando grandes cifras
por las grandes figuras del fútbol es en principio una excelente noticia.
El doping financiero
La conclusión rápida ante las cifras que
se manejan en traspasos en los últimos años es que estamos ante una gran
burbuja. Pero no es cierto. Los valores que se manejan hoy son más producto de
fundamentales sólidos que de una potencial burbuja. El aporte burbujeante a la
ecuación proviene de los seres más despreciables del planeta fútbol: Roman
Abramovich y los Jeques árabes. Compran a mansalva con dinero completamente
ajeno a la actividad futbolística. Uno es un mafioso
ruso de los peores que hay, los otros son monarcas de Estados riquísimos en
petróleo. Estos personajes en cuestión se lanzan a gastar a lo Florentino y
muchas veces (en el apuro) compran calidad inferior a la que frecuenta el Santiago
Bernabeu.
A saber:
Damien Duff (Chelsea 2003): £23
millones
Ricardo Carvalho (Chelsea 2004): £26,5
millones
Shaun Wright-Phillips (Chelsea 2005): £28
millones
Andriy Schevchenko (Chelsea 2006): £40
millones
Fernando Torres (Chelsea 2010): £51
millones
Robinho (Manchester City 2008): £40
millones
Joleon Lescott (Manchester City 2009): £25
millones
Emmanuel Adebayor (Manchester City 2009):
£27 millones
Edin Dzeko (Manchester City 2010): £35
millones
James Milner (Manchester City 2010): £20
millones
Aleksandar Kolarov (Manchester City 2010):
£21
millones
Javi García (Manchester City 2012): £20
millones
Fernandinho (Manchester City 2013): £37
millones
Javier Pastore (PSG 2011): £39
millones
Thiago Silva (PSG 2012): £36
millones
Marquinhos (PSG 2013): £27,5
millones
Y vamos a darle el beneficio de la duda al PSG con Cavani, porque considero que es un enorme delantero. Aclárese que se
pusieron con £57 millones.
Lo concreto es que desde sus respectivos desembarcos,
el gasto total en transferencias producido por los mecenas de Londres,
Manchester y Paris asciende a:
Roman Abramovich (Chelsea, desde 2003): £938
millones
Jeque Mansour: (Manchester City, desde 2008): £760
millones
Jeque Hamad bin
Jassim bin Jaber Al Thani: (PSG, desde 2011): £320
millones
La gran diferencia con las
aventuras de Florentino es que el Madrid es el club que más ingresos genera en el
planeta. Y por mucho.
Ingresos (temporada
2011/2012):
1. Real Madrid: €512 millones
2. Barcelona: €483 millones
3. Manchester United: €396
millones
4. Bayern Munich: €368 millones
5. Chelsea: €320 millones
6. Arsenal: €290 millones
7. Manchester City: €285
millones
8. Milan: €257 millones
9. Liverpool: €233 millones
10. Juventus: €195 millones
En síntesis: Chelsea y
Manchester City tienen ingresos a lo Arsenal (que hoy ya los superó a ambos en ese departamento) pero gastan a lo Real Madrid (¡o más!). Las cuentas
obviamente no cierran, el déficit lo cubren los “benefactores”. Para agravarlo, en el caso puntual de Chelsea vemos los números del año en que ganó la Champions League, por lo que sus ingresos se vieron potenciados a partir de un suceso que es improbable que se repita con mucha frecuencia.
Podemos conceder que a base
de grandes déficits Abramovich y Mansour han logrado impulsar a las primeras
planas a dos clubes de buena base en cuanto a cantidad de hinchas. Los han
catapultado internacionalmente, cosechando muchos fanáticos en Asia especialmente. No es el caso (por ahora) del PSG, que hasta la temporada
2011/2012 inclusive no figuraba entre los 30 equipos con más ingresos. Nuestros
amigos pueden llegar a consolidar a sus “equipos-juguete” eventualmente, pero de lograrlo lo harán a costas del resto de los equipos y de la generación de cierto riesgo sistémico. Años de déficits inmensos
sustentados con dinero ajeno a la actividad. El fútbol es igual que la
economía: más competencia es más deseable. La diferencia es el modo: acá se logra
con mayor regulación (los incentivos son disímiles). Sin Chelsea, Manchester City y PSG los precios
posiblemente no hubiesen trepado tan rápido a estos niveles. Pero analicemos
ahora la otra cara de la moneda.
Los fundamentales sólidos
Fuera del
mundo de fantasía de Roman y los Jeques también hay chequeras a las que
múltiples ceros no las asustan. Al ya mencionado caso del Real Madrid podemos
sumarle a su némesis catalán, el Barcelona, y a Manchester United. Veamos sus
gastos de 2008 para acá:
Real Madrid: £616 millones
Barcelona: £400 millones
Manchester
United: £243 millones
Hasta el
propio Real Madrid gastó menos que el Manchester City desde 2008 a la fecha. Lo
concreto es que los mecenas hacen a sus clubes cada vez más viables (a base de
grandes déficits injustos para el resto) y los grandes no les pierden el paso
(a pesar de la inflación generada). No todos los experimentos de benefactores
van por la “senda Chelsea”. Málaga y Anzhi hicieron enormes erogaciones y sus
dueños acabaron abandonándolos. Lazio y Leeds United vivieron situaciones similares
en el pasado reciente.
Pasando
puntualmente al tema inflación. Siempre y cuando usted no suscriba a delirios
monetarios kerneristas, va a poder comprender perfectamente lo siguiente:
Si la
cantidad de jugadores extremadamente talentosos se mantiene más o menos
constante a lo largo de los años, pero el fútbol como actividad genera y atrae cada vez
más y más dinero (TV, Sponsors, Camisetas, Globalización, etc) los precios de
esos talentosos que escasean sólo puede ir para un lugar: para arriba. Y mucho.
Vamos a los
números: la Premier League recibió £305 millones de la TV en el acuerdo por tres temporadas firmado en su año
debut: 1993. En dicha temporada el traspaso récord en Inglaterra fue el de Roy
Keane: del Nottingham Forest al Manchester United por £7,5 millones. Al día de
hoy la Premier League percibe por derechos de retransmisión de los partidos la
impactante suma de £5,5 mil millones (17 veces más que el acuerdo de 1993) y la compra
récord de un club inglés es por £51 millones: Fernando Torres en 2010, de
Liverpool a Chelsea (7 veces más de lo que pagó el United por Keane hace 20
años). El Real Madrid tenía ingresos por €138 millones en el año 2000. Su compra máxima era de €60 millones, Luis Figo, proveniente del mismísimo Barcelona. 9 años después le
ingresaban €440 millones y su transferencia récord era Cristiano Ronaldo (€94 millones).
Algo más del triple de ingresos contra un incremento de poco más del 50% en el
monto de su mayor transferencia. Concedido que en estos cálculos no estamos
ajustando por inflación, pero la diferencia es tan grande que no cambiaría
mucho la cosa.
Sufrimos el síndrome
del nominalismo. Los números nos impactan por el monto, pero no medimos su
valor real. En un mundo (el del fútbol) en el que la masa monetaria crece a un
ritmo muy superior al de los bienes a disposición (jugadores talentosos) la
inflación es inevitable. Algo similar sucede en la Argentina. Con una
diferencia: en Argentina la masa monetaria aumenta porque el gobierno monetiza su déficit
fiscal imprimiendo moneda. El fútbol atrae cada vez más recursos porque el
negocio no para de crecer. Por tanto, entre más caro, mejor. Más fútbol, más
global, más trabajo, más riqueza. Salimos todos ganando, aunque Martino hable
de “falta de respeto al mundo en general” mientras gana más de 5 millones de euros por
año.
Conclusión
Hay
aspectos de la coyuntura actual del fútbol europeo que no son deseables. Todos
los hinchas del fútbol velamos por un juego más justo y parejo a partir de
mayores condiciones de igualdad. Que el Real Madrid y el Barcelona negocien sus
derechos de retransmisión en forma individual es una tremenda injusticia para
el resto de los equipo de La Liga. En la temporada 2011/2012 a Real Madrid y Barcelona le ingresaron por este concepto €140 millones a cada uno. El tercero fue el Valencia con €48 millones y el último Racing de Santander con €13 millones (menos del 10% que los gigantes). Para el resto de los equipos europeos
también es injusto. En Inglaterra y Alemania el dinero de la TV se divide en partes casi
iguales (hay una porción algo mayor para los que mejor terminan en la tabla).
Posiblemente los cambios a realizar impliquen imponer un salary cap (estilo
NFL) limitando así lo que se puede gastar en salarios. Posiblemente impliquen eliminar la
ventana de invierno y acortar la de verano. Posiblemente impliquen limitar el nivel de
pérdidas que pueden presentar los clubes en sus balances (tal como propone hoy la
UEFA a través del Financial Fair Play). Posiblemente impliquen prohibir gastos con dinero
que no sea producto de la actividad futbolística. Son muchos los cambios a
realizar y probablemente desacelerarían el ritmo actual de la inflación. Pero
esto no significa (delirios a lo Bale al margen) que el fútbol no esté en
condiciones de gastar enormes sumas de dinero en traspasos sin poner en jaque
la sustentabilidad de los clubes. Hasta el muy prudente Wenger se destapó tras asegurar una tremenda mejora en los acuerdos comerciales de Arsenal. Adquirió a Özil en £45 millones, triplicando el desembolso récord del club: £15 millones por Arshavin en el mercado de invierno de 2009.
El Real Madrid vale algo más de US$ 3000 millones y su deuda (de largo plazo y a tasa razonable) es de algo más de US$ 700 millones. Arsenal vale US$ 1400 millones y debe repagar un total de US$500 millones en los próximos 19 años (intereses ya calculados). Como podemos ver, ratios de deuda muy manejables, más aún si los ingresos siguen trepando a la velocidad que lo vienen haciendo.
El Real Madrid vale algo más de US$ 3000 millones y su deuda (de largo plazo y a tasa razonable) es de algo más de US$ 700 millones. Arsenal vale US$ 1400 millones y debe repagar un total de US$500 millones en los próximos 19 años (intereses ya calculados). Como podemos ver, ratios de deuda muy manejables, más aún si los ingresos siguen trepando a la velocidad que lo vienen haciendo.
Y tengámoslo en claro: mientras el fútbol siga siendo negocio y siga generando mayores ingresos, los precios de jugadores talentosos escasos sólo seguirán subiendo. Podría haber un eventual cambio si la globalización del juego llevase a que salgan cracks en cantidad desde todas partes del mundo. Pero todavía falta y mucho para un escenario de ese tipo. Florentino Pérez dijo tras ser cuestionado por el monto que estaba por desembolsar por Bale: “Los jugadores no son ni baratos ni caros, son inversiones. Algunas salen bien, algunas salen mal”. Para una marca del calibre del Real Madrid esto es absolutamente cierto. A veces te sale un Kaka, a veces te sale un Cristiano Ronaldo. Con Bale lleva las de perder. Pero el galés tiene 6 años de contrato, tiempo más que suficiente para que la mega maquinaria del fútbol siga aumentando sus ingresos, potencialmente tornando mucho menos impactantes los €100 millones que se pagaron por Bale.
Trevor Francis le costó £1 millón al Nottingham Forest en el año 1979. Bale acaba de ser adquirido por €100 millones. A este ritmo de inflación, para el año 2047, la transferencia récord va a ser de £7,4 mil millones. Y no descartemos que sea un monto viable para los equipos más poderosos del mundo. El fútbol es una actividad cuyos fundamentales tienen cimientos de relativamente fuertes a fuertes. Si los números (nominalmente hablando) lo aterran, hable con los Bancos Centrales. Los que imprimen son ellos. No los clubes.